Inti Raymi: “tiempo de ser fuego”
“Tiempo de ser fuego. La tierra no puede comer todo el año. El sol empieza a regresar de a poquito luego de la noche más larga, vuelve rayo por rayo. Recordamos el sol en nosotros, el fuego es reunión. Calentarnos compartir el pan, bebidas espirituosas, mates, tabaco. Abrigarnos en los tejidos. Abrazar a los que …
“Tiempo de ser fuego. La tierra no puede comer todo el año. El sol empieza a regresar de a poquito luego de la noche más larga, vuelve rayo por rayo.
Recordamos el sol en nosotros, el fuego es reunión. Calentarnos compartir el pan, bebidas espirituosas, mates, tabaco. Abrigarnos en los tejidos. Abrazar a los que menos tienen. Acompañar a los que más necesitan.
Tiempo de cuidar. A los viejos y enfermos. Tiempo de memoria de recordar con ellos. De contar cuentos de miedo y de los tiempos de antes.
Las mingas de trabajo comunitario para fortalecer los techos, encerrar y alimentar animales, o largarlos para la cumbre donde van a tener comida en este tiempo seco: Cuando la seca es larga, no hay matrero que no caiga, decía mi abuela.
Mirar el cielo, limpiar las acequias. Dejar descansar la tierra.

Prender fuego para matar los bichos, las enfermedades, en los campos de siembra. Más que celebrar, el Inti Raymi es una tarea comunitaria, un cierre de ciclo, donde la responsabilidad de cada uno es recoger lo que ya no sirve.
Despedir las semillas que no brotaron, las que se secaron. Sacar las reservas de comida, el charqui. Tirar todo lo que se puso feo y también los hábitos que ya no nos sirven. Limpiar la casa, sacar lo estancado.
Con todo eso, se enciende un gran fuego, que renueve, que deje espacio. Se sahuma, se lava el cuerpo, se corta el pelo, se saca la ropa vieja.
Se honra la oscuridad. El vacío la sombra. El Aya, el espíritu de lo oscuro, de los que ya no están, de los que no nacieron aún. De lo inesperado, el conflicto, la agresión, el miedo. Lo que no somos capaces de conocer ni entender, en esta existencia apenas humana.
Todo eso, va apareciendo en nuestros vínculos, en nuestro ser, para dar firmeza a nuestros pasos. Las sombras que hacen posible encontrar la luz.
Se lo integra, se lo acepta, se agradece, dentro de uno mismo, y en el territorio. Honramos los lugares donde el sol no llega. Los pantanos, los humedales, las raíces, los olores, las podredumbres, los animales nocturnos. Todo lo que nutre desde abajo, a lo que crece.
Caminamos el territorio por lugares escarpados, secos, llenos de espinas. Las ondonadas bajas, hay que atravesarlas para llegar a lo más alto, y desde allí mirar como lo hacen el cóndor.
En la larga noche, esperamos desde las cumbres, al sol. En comunidad, interespecie,la tonada, el canto, se hace largo y arribeño. Las cañas, las quenas y los sikus se dejan escuchar. Las cajas retumban más graves.
Inti Raymi es descanso, es quietud. Observar en el desorden la maravilla de que no podemos acomodar todo a nuestro gusto.
En la salud, las prácticas son desparasitarnos , ayunar, alimentarnos bien, dormir más, tomar tés, yuyos medicinales: recibir el invierno en nuestros cuerpos. Juntar ese calor para resistir. Apretarnos con fajas, trenzas, tejidos, bordar y abrazarnos.
Es el tiempo de cambio de autoridades comunitarias en muchos lugares. En las comunidades donde no hay elecciones, pero sí hay autoridades, existen varios roles de servicio comunal, las familias van rotando en ocupar cada uno de esos roles de autoridad, al menos una vez, en dualidad. El hombre y la mujer juntos se ocupan de tareas durante un ciclo solar.
Durante el Inti Raymi, el tiempo de rendir cuentas ha llegado. Hay que ordenar todas las actividades que se hicieron, entregar el mandato para la siguiente autoridad.
Siguiendo la lógica cósmica, de cómo se ordena este tiempo, podemos trasladar esta sabiduría a mi ciudad, Tucumán y a muchas otras ciudades. Entonces, si nuestra política se rigiera por el tiempo cósmico, el Inti Raymi sería el tiempo de limpiar las calles, de arreglar las cloacas, somos los únicos que seres que generamos residuos que no podemos volver a integrar. En todo sentido.
Nuestras sociedades ancestrales utilizaban este tiempo para gestionar nuestra propia mierda. Culturalmente hoy, no sabemos hacer eso.
El Inti Raymi comunitario en estos territorios urbanos, se podría honrar dando la mano a un hermano que viva en la calle, arreglando las casas de quienes pasan frío, atendiendo a aquellos que tienen adicciones, retomando tareas que hemos delegado en un Estado que demostró que no puede asumirlas.

Los ciclos se repiten anualmente, pero cada uno de ellos, se transita de manera única. En este contexto particular, lo sagrado del Inti Raymi reside en el poder transformador del fuego.
Estamos en un territorio que transita ciclos andinos. Desde aquí, hasta Colombia compartimos la misma ritualidad. Son años, milenios de investigación social, política, biológica. Es una ciencia propia, diseñada por nuestros pueblos, en autoría comunitaria, intelectual, para seguirle el ritmo al latido del territorio.
La ritualidad es la ciencia de las sociedades centradas en la vida. Integra el sentir, el pensar y el hacer de diferentes especies en el mismo espacio tiempo. No podemos dejar perder esa ciencia, esa sabiduría del todo. Necesitamos transmitirla, comprenderla y practicarla.
Me aferro a estos saberes y haceres, como la única posibilidad de resistencia colectiva de nuestra humanidad. Que se enciendan los nuevos fuegos, para quemar lo que ya no nos sirve, que arda el sistema opresor, el futuro se lee en las cenizas«.
Agencia de Noticias del Valle de Punilla y Noroeste cordobés, ubicada en Capilla del Monte. Información local y regional desde la mirada de trabajadoras y trabajadores de Cooperativa Viarava.
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