Homero Zambrano, un instrumentero en las sierras cordobesas

Homero me recibe en su casa, en ella hay instrumentos por todos lados y un altar. Sobre el piano hay un cartel que dice «el fuego es negocio». Cuando estamos por empezar a conversar golpea la puerta un músico de Catamarca, hablan de distintos instrumentos arreglados y por arreglar, Homero le muestra como tocar el Bichito, me imagino que así son todos los días en aquella casa rodeada de monte.

¿Cómo te nacieron las ganas de dedicarte a la luthería?

Era mi gran deseo de niño el tener una guitarra, en ese entonces en el barrio pasaban los evangélicos haciendo música con muchos instrumentos, guitarras, violines, acordeones y yo inmediatamente me metía en su andar y les tocaba las cuerdas. Los evangélicos me corrían pero yo me sentía que hacía música. Crecí así, pidiéndole a mi padre una guitarra. Creo que en ese momento él podría haber hecho un esfuerzo económico y comprarla pero en esa época ser músico, actor, artista, era lo peor que había, se pensaba que te ibas a morir de hambre. «Yo quiero que seas ingeniero» me decían pero a mi me gustaba la música, vivía cantando todo el día, iba a esas rockolas antiguas que se les ponían monedas, iba a casa de músicos. Eran tiempos de los Beatles, yo moría por tener una guitarra y aprender a tocar.

Un día de chico yendo a comprar pan, me encontré una guitarra de pelea, una guitarra con la que pelearon y estaba toda despedazada. Me quedé juntando cada pedacito de la guitarra, en ese tiempo no había gotita, ni poxipol, ni fana, el pegamento mas moderno era cola a baño maría, esa que se vendía en pan y había que ponerle un ajo, hacerla hervir y mezclar y mezclar y las maderas tenían que estar calientes, el pegamento también y recién cuando se enfriaba pegaba. Finalmente armé mi guitarra un día, era un frankestein. La guitarra era una Papo Velazquez Nadal, nunca me voy a olvidar, una guitarra española de muy buena calidad, los clavijeros eran hermosísimos, la marquetería era hermosa.

¿En ese entonces ya sabías trabajar con madera?

Me acuerdo que en la escuela hacíamos trabajos manuales, el trabajo que nos dieron un año fue hacer un cajón para lustrarse los zapatos. Hice el cajón en un día y el trabajo era para todo el año. Lo hice endientado y encastrable, ni un clavo. Mi cajón se podía armar con cola.

¿Pudiste tocar la guitarra que armaste?

En un año armé toda la guitarra, usé aserrín y cola para las partes que me faltaban, fui a lo de un amigo músico y le dije: afiname mi guitarra. La miró con una cara de impresión y la empezó a afinar. La guitarra se empezó a doblar toda cuando la afinaba. Alcanzó a hacer dos acordes y se deformó toda. ¿Y ahora qué vas a hacer? me preguntó, «voy a hacerme una» le respondí con doce años. Fui a clases y le dije al profesor de trabajos manuales que quería hacer una guitarra. El profesor se negó pero yo le dije que tenía los planos para hacer una. Le había echo el dibujo a la que me había encontrado y así fue como hice mi primer guitarra.

Un tío que era músico se enamoró de la guitarra y me la compró. Con esa plata compré materiales para hacer dos guitarras, una para mi y otra para venderla. Y así seguí hasta el día de hoy.

¿Tocás desde esa época?

Claro, hacía música, entraba en bares a tocar y tiraba la manga. Me fui de mi casa a los 12 años, comencé a viajar, donde llegaba hacía un año de estudio. Me gusta el saber en muchas disciplinas. Desde siempre hago música, pero no lo hago público, compongo. Pienso en el arte como algo que los otros no escucharon nunca. Estoy preparando una obra que seguramente presentaré en este lugar.

¿Quién te formó en luthería?

Los músicos, hasta el día de hoy me forman los músicos. Por ejemplo el Bichito Cordobés no tendría ningún éxito sino fuera por Manu Chao, él me solucionó un problema que tenía con una cuerda que se me cortaba y no llegaba a la afinación. Me obligaba a achicar el instrumento. Manu Chao descubrió que la tanza de pescar 0.60 no se cortaba y tenía mejor temple que las otras cuerdas. No nos conocíamos pero le regalaron un Bichito en una juntada de músicos mostrando sus juguetes y así empezó a crearse nuestra amistad. Dicen los músicos que soy un juguetero para ellos. Dejé de ser luthier, soy «Instrumentero». Luthier es algo muy europeo y groso, yo soy de acá de mis compañeros, de mis músicos, de la gente que me hace vivir. El vivir del saber que estás al servicio de algo y que sirves para eso, que no es comprar un instrumento en una tienda.

¿Cómo nació el Bichito Cordobés?

El Bichito tiene como 55 años. En esa época ya trabajaba en las ferias. A las ferias llevo todo tipo de instrumentos, 46 modelos que muestro para que la gente pueda elegir y se los hago por encargo. Vendo mi tiempo, estoy vendido no se hasta cuando, voy a tener que vivir cien años. Trabajé 18 años en el Paseo de las Artes y ahí la gente me pedía guitarras para niños, pero querían una guitarra de juguete, para romperla. Solo una persona me lo pidió seriamente, Daniel Corzo, quería una guitarra para su hija, me la pidió como tiene que pedir un padre para su hija. Así empezó a nacer el Bichito.

El primero que triunfó como Bichito fue el mini bichito, que era una guitarrita para niños de cuatro años. Esa era mi idea original, nunca pensé que le gustara a los adultos.

Esto es para los músicos: El mini Bichito se afina en Mi, igual que la guitarra pero en la octava. Un poquito mas grande es el Bichito común, de diez cuerdas -las cuerdas 1, 2, 3 y 4 son dobles, 5 y 6 van solitas-. Después el mismo Bichito creció un poquito y se afina en Re. Después crece unos centímetros mas y se afina en Si. El Bichón es un instrumento triple porque si se le pone un juego de cuerdas se puede afinar en La, con otro juego de cuerdas se puede afinar en Do, y también con otro juego se puede afinar en Mi pero con 10 cuerdas.

¿Cómo terminaste viviendo en el monte?

Vivíamos en Córdoba pero nos entraron a robar varias veces, empezamos a recorrer en combi las sierras buscando un lugar que nos gustara. Un día un amigo nos contó de la casa que tenía su tía abandonada y así fue que empezamos a quedarnos acá, arreglando la casa y comprando un terreno por acá. Soy feliz, encontré mi lugar y tengo una compañera de fierro que sin ella yo difícilmente podría ser lo que soy hoy.

Que el primer Bichito se lo compró Ricardo Mollo en el festival de Viña del Mar me enteré después mientras tomábamos una limonada con Gladys. Al despedirnos Homero agarró su instrumento y tocó una canción inédita, una canción con pasión, alma y una corporalidad rítmica y robusta. El monte hizo silencio por un momento para escucharlo.